Insólito callejero de Madrid 6. Calle de Santa Teresa
© Manuel Martínez Bargueño
Cuentan los cronistas de Madrid
que la calle de Santa Teresa, entre la Plaza de Santa Bárbara y la calle
Argensola, toma su nombre del convento de carmelitas descalzas de Santa Teresa,
instituido en tiempos de Carlos II por
don Nicolás de Guzmán y Carafa, III duque de Medina de las Torres y príncipe de
Astillano, siendo su fundadora la Venerable Madre Mariana Francisca de los
Ángeles, interesantísima personalidad del barroco, escritora de su propia
autobiografía, que era consejera del príncipe y cuidadora de sus negocios
espirituales. El convento fue muy favorecido por los reyes, en especial por la primera
esposa de Carlos II, María Luisa de Orleans y, consiguientemente, por la
nobleza de la época. Los propios reyes Carlos y María Luisa asistieron a la
primera misa que se celebró en su iglesia, el 9 de septiembre de 1684, oficiada por el intrigante y altivo cardenal
Portocarrero, personaje muy influyente en la Corte del último de los Austrias, que
está enterrado en la catedral de Toledo bajo una lápida de cobre con una
leyenda que dice HIC IACET PULVIS, CINIS ET NIHIL. Este convento debía ser
bastante extenso pues ocupaba buena parte de la calle de Barquillo y desde la
actual calle de Campoamor (antes Costanilla de Santa Teresa) se prolongaba por el
espacio que hoy ocupan las calles de
Argensola y Orellana, lindando con la plaza de Santa Bárbara.

De la fábrica de este primitivo convento derribado en el siglo XVIII y de la construcción erigida en su lugar, terminada en 1717, nada queda, salvo un cuadro de Giulio Pippi, mas conocido como Julio Romano (1499-1546) “copia del célebre la Transfiguración de Rafael” que estaba en el retablo mayor de la iglesia y que pasó al Museo de la Trinidad y luego al del Prado[1]. Este edificio fue demolido a su vez en el siglo XIX[2] y en la huerta que tenían las monjas se hizo un parque de recreo que tuvo el nombre de Jardines Orientales[3]. Posteriormente se abrirían las actuales calles de Justiniano, parte de las de Campoamor y Argensola y la prolongación de la de Santa Teresa.
Sabido todo o casi todo sobre los
orígenes de esta calle, nos encaminamos hacia ella. La calle de Santa Teresa
comienza en la Plaza de Santa Bárbara y termina en la calle de Argensola. Es
una calle trajinera de día y bulliciosa, quizás demasiado, por la noche, en
especial durante los fines de semana a lo que contribuye tanto su oferta propia
de bares y restaurantes como la proximidad de los establecimientos hosteleros y
terrazas de la remodelada Plaza de Santa
Bárbara, entre ellos la cervecería del mismo nombre donde es fama tiran la
mejor cerveza de Madrid.
Abunda, pues, en esta calle los
locales de ocio, bares, pubs, cafés, restaurantes, licorerías, junto a todavía
algún establecimiento tradicional de estos que deberían estar protegidos por el
Ayuntamiento como la Fábrica de Churros y Buñuelos del número 14 donde
despachan ricos churros y porras a las gentes del barrio, mañana y tarde
incluidos domingos y festivos.
A lo largo de la calle se alzan
respetables edificios burgueses, construidos en el último cuarto del siglo XIX
y en su mayoría remozados, con amplios zaguanes, y balcones y miradores de
hierro forjado (números 5, 7, 9, 10, 14), aunque el edificio con mejor planta
es el número 6, que hace esquina con Campoamor que tiene una notable portada en
piedra.
He preguntado a algún vecino sobre la historia de este edificio,
reconstruido en 1880, según reza en su dintel y me dicen que fue vivienda de
una familia noble[4] y que el
arquitecto de la portada pudo ser Pedro de Ribera. En el piso bajo están instaladas las
oficinas de la Fundación Foro Agrario “órgano
de pensamiento, expresión y debate sobre los grandes temas que afectan a la
agricultura y al mundo rural, sostenida por un conjunto de entidades y
asociaciones compuestas principalmente por ingenieros agrónomos” según
explica su página web[5]
y en su interior parece que hay un oratorio privado[6].
Dejamos
para el final la escasa
pero importante oferta cultural, de esta calle que en su dia albergó
(en el número 8) el Establecimiento Tipográfico de Francisco de Paula
Mellado, gran divulgador de los libros y de la cultura en la España
decimonónica. Al principio de la calle, nos encontramos con el
atractivo escaparate de la Librería Paradox[7],
fundada en 1978 y especializada en libros de humanidades (psicología,
psicoanálisis, sociología y ciencias afines), justo al lado del café Bulevar que hace esquina con la Plaza.
En alguna ocasión hemos declarado
nuestra simpatía por Zorrilla, cuya casa en Valladolid visitamos no hace mucho y
al que en estas fechas del destemplado mes de Noviembre que se aproximan
recordamos un poco más por su pieza impar “Don
Juan Tenorio” de tanta circulación teatral en tiempos pasados. La primera
representación de esta obra – alguien dijo que en los ripios de Don Juan hay
contestación para cualquiera de las múltiples situaciones de la vida- la vi con
mis padres, a la edad de ocho años y desde entonces me siguen pareciendo
atractivos sus fáciles versos, en especial el monólogo del escultor, mi
favorito.
Es una pena que Don Juan no tenga ya adeptos y que los gustos y preferencias, producto de las influencias de otras culturas, hayan evolucionado hasta el punto de vernos arrastrados en estas fechas por las modas del Halloween con sus brujas de cuentos y sus calabazas a modo de linterna. Por llevar la contraria, este 1 de noviembre prometo tomar en mis manos una edición de Don Juan Tenorio y leer en voz alta sus sonoros versos:
“Ah, mármoles que mis manos
Pulieron con tanto afán,
Los absortos sevillanos;
Y al mirar de este panteón
Las gigantes proporciones
Tendrán las generaciones
La nuestra en veneración.”
Lo dicho. Para siempre Don Juan.
© Manuel Martínez
Bargueño
Octubre 2012 (última revisión del texto, noviembre 2012)
[1]
La información viene de Mesonero Romanos en “Descripción de la Corte y de la
Villa de Madrid”(1833), volumen I, pág. 172, aunque en el “Catalogo
provisional historial y razonado del Museo de Pinturas del Museo del Prado" de
Gregorio Cruzada Villaamil (1865) ya se atribuye esta obra a Giovanni Francesco
Penni, il fattore, (1488-1528)
discípulo muy querido de Rafael. La enciclopedia on-line del Museo del Prado mantiene esta
atribución conjunta con la de Giulio Romano (taller) y recoge la historia del
cuadro.
[2] El
convento de Santa Teresa de carmelitas descalzas se encuentra desde 1893 en la
calle Ponzano 79.
[3]
Los Jardines Orientales, en el solar del derribado convento de Santa Teresa
eran uno de los varios jardines de recreo creados en el siglo XIX para uso y disfrute de los madrileños. Eran
unas zonas verdes arboladas y ajardinadas que se abrían al público solo en
primavera, verano y parte del otoño y en los que no solo se podían pasear y
tomar el fresco sino también presenciar diversos espectáculos como conciertos,
representaciones teatrales y fuegos artificiales. Además contaban con otras
diversiones, pistas de patinaje, tiro al blanco etc. así como con cafés y restaurantes.
Tuvieron una gran acogida por parte del público (información tomada de MadriPedia).
[4]
Seguramente los marqueses de Bedmar.
[6]
Según otro informador la propiedad del inmueble
pertenece a un ministro del
actual Gobierno de la Nación.
[8] La
instalación de esta lápida fue patrocinada por el Círculo de Bellas Artes y se
colocó el 1 de junio de 1916.
[9]
Toda España se conmovió ante la pérdida del mas estimado de sus
poetas. Su cadáver fue trasladado al Real Academia de la Lengua que
entonces estaba en la calle Valverde, 26. El salón de actos se convirtió
en capilla ardiente. Una gran multitud acudió al entierrro. Sagasta
representó al Gobierno. El dia 25 los restos mortales de Zorrilla
recibieron sepultura en el patio de Santa Gertrudis de la Sacramental de
San Justo. El Ayuntamiento de Valladolid los trasladó a la ciudad
castellana el 2 de mayo de 1896.
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