martes, 7 de enero de 2014

Calle de Santa Teresa

 Insólito callejero de Madrid 6. Calle de Santa Teresa

© Manuel Martínez Bargueño

Cuentan los cronistas de Madrid que la calle de Santa Teresa, entre la Plaza de Santa Bárbara y la calle Argensola, toma su nombre del convento de carmelitas descalzas de Santa Teresa, instituido  en tiempos de Carlos II por don Nicolás de Guzmán y Carafa, III duque de Medina de las Torres y príncipe de Astillano, siendo su fundadora la Venerable Madre Mariana Francisca de los Ángeles, interesantísima personalidad del barroco, escritora de su propia autobiografía, que era consejera del príncipe y cuidadora de sus negocios espirituales. El convento fue muy favorecido por los reyes, en especial por la primera esposa de Carlos II, María Luisa de Orleans y, consiguientemente, por la nobleza de la época. Los propios reyes Carlos y María Luisa asistieron a la primera misa que se celebró en su iglesia, el 9 de septiembre de 1684, oficiada  por el intrigante y altivo cardenal Portocarrero, personaje muy influyente en la Corte del último de los Austrias, que está enterrado en la catedral de Toledo bajo una lápida de cobre con una leyenda que dice HIC IACET PULVIS, CINIS ET NIHIL. Este convento debía ser bastante extenso pues ocupaba buena parte de la calle de Barquillo y desde la actual calle de Campoamor (antes Costanilla de Santa Teresa) se prolongaba por el espacio que hoy ocupan  las calles de Argensola y Orellana, lindando con la plaza de Santa Bárbara.


De la fábrica de este primitivo convento derribado en el siglo XVIII y de la construcción erigida en su lugar, terminada en 1717, nada queda, salvo un cuadro de Giulio Pippi, mas conocido como Julio Romano (1499-1546) “copia del célebre la Transfiguración de Rafael” que estaba en el retablo mayor de la iglesia y que pasó al Museo de la Trinidad y luego al del Prado[1]. Este edificio fue demolido a su vez en el siglo XIX[2]  y en la huerta que tenían las monjas se hizo un parque de recreo que tuvo el nombre de Jardines Orientales[3]. Posteriormente se abrirían las actuales calles de Justiniano, parte de las de Campoamor y Argensola y la prolongación de la de Santa Teresa.

Sabido todo o casi todo sobre los orígenes de esta calle, nos encaminamos hacia ella. La calle de Santa Teresa comienza en la Plaza de Santa Bárbara y termina en la calle de Argensola. Es una calle trajinera de día y bulliciosa, quizás demasiado, por la noche, en especial durante los fines de semana a lo que contribuye tanto su oferta propia de bares y restaurantes como la proximidad de los establecimientos hosteleros y terrazas de la  remodelada Plaza de Santa Bárbara, entre ellos la cervecería del mismo nombre donde es fama tiran la mejor cerveza de Madrid.


Abunda, pues, en esta calle los locales de ocio, bares, pubs, cafés, restaurantes, licorerías, junto a todavía algún establecimiento tradicional de estos que deberían estar protegidos por el Ayuntamiento como la Fábrica de Churros y Buñuelos del número 14 donde despachan ricos churros y porras a las gentes del barrio, mañana y tarde incluidos domingos y festivos.

A lo largo de la calle se alzan respetables edificios burgueses, construidos en el último cuarto del siglo XIX y en su mayoría remozados, con amplios zaguanes, y balcones y miradores de hierro forjado (números 5, 7, 9, 10, 14), aunque el edificio con mejor planta es el número 6, que hace esquina con Campoamor que tiene una notable portada en piedra.
 
He preguntado a algún vecino sobre la historia de este edificio, reconstruido en 1880, según reza en su dintel y me dicen que fue vivienda de una familia noble[4] y que el arquitecto de la portada pudo ser Pedro de Ribera. En el piso bajo están instaladas las oficinas de la Fundación Foro Agrario “órgano de pensamiento, expresión y debate sobre los grandes temas que afectan a la agricultura y al mundo rural, sostenida por un conjunto de entidades y asociaciones compuestas principalmente por ingenieros agrónomos” según explica su página web[5] y en su interior parece que hay un oratorio privado[6].
Dejamos para el final la escasa pero importante oferta cultural, de esta calle  que en su dia albergó (en el número 8) el Establecimiento Tipográfico de Francisco de Paula Mellado, gran divulgador de los libros y de la cultura en la España decimonónica. Al principio de la calle, nos encontramos con el atractivo escaparate de la Librería Paradox[7], fundada en 1978 y especializada en libros de humanidades (psicología, psicoanálisis, sociología y ciencias afines), justo al lado del café  Bulevar que hace esquina con la Plaza.
 


Precisamente en esta casa de vecinos, rotulada con el número 2, una lápida de mármol y bronce [8] colocada sobre el muro nos recuerda  que el poeta José Zorrilla murió en esta casa en 23 de enero de 1893, según cuentan enfermo y en la mayor pobreza [9]
En alguna ocasión hemos declarado nuestra simpatía por Zorrilla, cuya casa en Valladolid visitamos no hace mucho y al que en estas fechas del destemplado mes de Noviembre que se aproximan recordamos un poco más por su pieza impar “Don Juan Tenorio” de tanta circulación teatral en tiempos pasados. La primera representación de esta obra – alguien dijo que en los ripios de Don Juan hay contestación para cualquiera de las múltiples situaciones de la vida- la vi con mis padres, a la edad de ocho años y desde entonces me siguen pareciendo atractivos sus fáciles versos, en especial el monólogo del escultor, mi favorito.

Es una pena que Don Juan no tenga ya adeptos y que los gustos y preferencias, producto de las influencias de otras culturas, hayan evolucionado hasta el punto de vernos arrastrados en estas fechas por las modas del Halloween con sus brujas de cuentos y sus calabazas a modo de linterna. Por llevar la contraria, este 1 de noviembre prometo tomar en mis manos una edición de Don Juan Tenorio y leer en  voz alta sus sonoros versos:

“Ah, mármoles  que mis manos

Pulieron con tanto afán,

Mañana os contemplarán

Los absortos sevillanos;

Y al mirar de este panteón

Las gigantes proporciones

Tendrán las generaciones

La nuestra en veneración.

Lo dicho. Para siempre Don Juan.

© Manuel Martínez Bargueño
Octubre 2012 (última revisión del texto, noviembre 2012)



[1] La información viene de Mesonero Romanos en “Descripción de la Corte y  de la Villa de Madrid”(1833), volumen I, pág. 172, aunque en el “Catalogo provisional historial y razonado del Museo de Pinturas del Museo del Prado" de Gregorio Cruzada Villaamil (1865) ya se atribuye esta obra a Giovanni Francesco Penni, il fattore, (1488-1528) discípulo muy querido de Rafael. La enciclopedia  on-line del Museo del Prado mantiene esta atribución conjunta con la de Giulio Romano (taller) y recoge la historia del cuadro.
 
[2] El convento de Santa Teresa de carmelitas descalzas se encuentra desde 1893 en la calle Ponzano 79.
 
[3] Los Jardines Orientales, en el solar del derribado convento de Santa Teresa eran uno de los varios jardines de recreo creados en el siglo XIX  para uso y disfrute de los madrileños. Eran unas zonas verdes arboladas y ajardinadas que se abrían al público solo en primavera, verano y parte del otoño y en los que no solo se podían pasear y tomar el fresco sino también presenciar diversos espectáculos como conciertos, representaciones teatrales y fuegos artificiales. Además contaban con otras diversiones, pistas de patinaje, tiro al blanco etc. así como con cafés y restaurantes. Tuvieron una gran acogida por parte del público (información tomada de MadriPedia).
 
[4] Seguramente los marqueses de Bedmar. 
 
[6] Según otro informador la propiedad del inmueble  pertenece a un  ministro del actual Gobierno  de la Nación.
 
[8] La instalación de esta lápida fue patrocinada por el Círculo de Bellas Artes y se colocó el 1 de junio de 1916.
 
[9] Toda España se conmovió ante la pérdida del mas estimado de sus poetas. Su cadáver fue trasladado al Real Academia de la Lengua que entonces estaba en la calle Valverde, 26. El salón de actos se convirtió en capilla ardiente. Una gran multitud acudió al entierrro. Sagasta representó al Gobierno. El dia 25 los restos mortales de Zorrilla  recibieron sepultura en el patio de Santa Gertrudis de la Sacramental de San Justo. El Ayuntamiento de Valladolid los trasladó a la ciudad castellana  el 2 de mayo de 1896. 


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